En realidad, aquí no esperaba que se vaya realmente… Me acuerdo de que cuando era niño, subía a la colina y desde ahí, miraba toda el agua, los botes meciéndose en las olas y las aves que recorrían las aguas del lago Poopó. Así ha sido mi infancia.
Según los cuentos de los abuelos, sabíamos que podría pasar, que podría desaparecer.
A los 10 años, cuando se ve un lago tan grande, un lago como tantos otros, no más azul ni más quieto, con las estrellas reflejándose por la noche, no puedes imaginar estas cosas.
Mis padres vivían aquí, en Untavi. Cada día, mi papá bajaba al lago a pescar. Sacaba el barco y preparaba las redes de pesca.
Ahí se dice que cuando el pescador se embarca en el agua, el pescado viene.
De hecho, la pesca era la única actividad del Poopó. Unas 350 familias pesqueras dependían del lago. Me acuerdo, se pescaba de noche. Así había más movimientos de pescados y el sol no nos pegaba. Al amanecer, las mujeres iban a vender los pescados en los mercados.
Cuando había pesca, había armonía en la familia. Siempre los hijos estaban con los padres.
Antes de la escuela, me quedaba a jugar con mis vecinos entre los botes, mi padre ordenaba las redes, mi madre preparaba los pescados con un grupo de mujeres, junto con otros niños, a veces familias enteras. La pesca era una fuente de ingreso. En mi pueblo, toda la gente vivía de eso.
Cuando el lago se fue, los hijos se fueron también. Algunos viajaron a Brasil, otros a Argentina a buscar trabajo. Muchos se fueron a buscar suerte como albañil. Otros ahora venden ropas usadas de Corea o de Estados Unidos. Es sobrevivencia.
Es increíble creer que el lago se secó completamente… Ahora uno sólo puede sentir las olas que sonaban aquí antes, imaginar las redes de pesca estrellarse contra el espejo del lago y escuchar los recuerdos de los antiguos pescadores del Poopó.
También el pueblo Urú está condenado a desaparecer. Antes se les llamó la "Gente del Agua" porque vivían de la pesca. Cazar está prohibido, pero ellos, pueden cazar aves porque es su costumbre, y no les queda más que eso. Su gente se enfrenta ahora a un enorme desierto donde no se puede cosechar nada.
Los abuelos aseguraron que el fenómeno de la sequía se registra cada 15, 20, hasta 50 años, por cuestiones geográficas, aunque en esta ocasión se presume que fue debido a la sedimentación, la contaminación minera, la mala gestión del agua para alimentar los campos e incluso las consecuencias del fenómeno El Niño.
El lago tiene ciclo de vida. Pero esta vez desapareció, el cambio climático aceleró el proceso. La fauna y la flora son indicadores. Ni ellos pudieron calcular el tiempo y darse cuenta de que el lago desaparecía...
Vivía en mi niñez rodeado de pájaros, fauna y flora, y ahora, solo se encuentra un cementerio de animales y botes. Se me hace chuño el corazón. Cientos de aves y millones de peces que habitaban nuestro lago han muerto, han desaparecido.
Somos los huérfanos del Poopó. Hemos perdido a nuestra Quchamama, al gran Espíritu del Agua, que habita los lagos, los ríos y las fuentes. Sabemos que el agua es el origen de la vida. Sin agua, no hay vida.
Con el transcurso del tiempo, poco a poco los habitantes del lago han ido desapareciendo. Desafortunadamente, en esta vida todo es plata. Muchos nunca volvieron. Otros se han quedado, como yo.
La desaparición progresiva del lago Poopó (que fuera el segundo lago más grande de Bolivia) en las dos últimas décadas no sólo es otro desastre ecológico. Su reducción gradual ha tenido graves repercusiones en el clima regional, la agricultura y las economías locales, así como también en las poblaciones. En muchos sentidos, su destino es una metáfora de nuestras actitudes hacia el medio ambiente y el conflicto entre los seres humanos y la naturaleza. Esta selección de fotografías de Émilien BUFFARD, acompañadas por las ilustraciones de Angie STRAPPA, es un intento de dar cuenta de ello y abonar la reflexión que, como habitantes de este planeta, nuestro único hogar, necesitamos seguir profundizando.
El trabajo documental que se ofrece en la muestra visual explora el legado de los huérfanos del Poopó. Pueblos abandonados. Migración forzada. Barcos atacados por el tiempo. Pájaros que ya no vienen más. El reflejo de sus habitantes que ya se desvanece.
En el afán de retener lo que está destinado a desaparecer, de eludir la ausencia, de movilizar la fotografía en una imaginación que traiga otra vez lo que se ha ido, los autores de esta crónica visual han intentado convertir en imágenes la poesía de las palabras. De los testimonios de René, antiguo pescador del lago Poopó, que no renuncia a sus recuerdos al enfrentar el desafío de inclinarse ante una realidad que lo confronta a aceptar una nueva vida de aislamiento, el de un individuo que está separado por la fuerza de su entorno habitual.
Estas imágenes, hechas ficción en blanco y negro, que quieren llenar un vacío dejado por la desaparición del lago, ofrecen una reseña de las vidas sobre el Poopó, explorando al mismo tiempo la ilusión, la oposición y la ausencia. La costa que se aleja continuamente, la vegetación que desaparece y la fauna que huye dejan atrás un desierto de arena y sal que refleja los recuerdos de los pescadores, de una belleza trágica difícil de eludir. Un día, este lago en el que nacieron existirá sólo en sus memorias, como un lugar irreal.
Fotografías, textos y edición Emilien Buffard (Francia)Ilustraciones Angie Strappa (Argentina)ENCUENTRE LA INVESTIGACIÓN COMPLETA EN EL LIBRO "Los huérfanos del Poopó: cuentos de un lago desaparecido", publicado por la editorial argentina LISTOCALISTO
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